En nuestro ultimo día en Oaxaca visitamos Monte Alban, ruinas zapotecas del ac al 800 dc aproximadamente. Cerca del mediodía regresamos al centro histórico en búsqueda del ansiado almuerzo. Volvimos al mercado Benito Juárez , mercado típico donde podes encontrar desde artesanías, un pollo con sus pesuñas y cabeza entera hasta CHAPULINES (son colorados), que por supuesto degustamos. Son una especie de grillos fritos con sal y limón que se utilizan como botana (picada)
La tarde nos encontró en la plaza , en algún momento Esteban, uno de los chicos con los que viajamos, que es clown, se puso a hacer malabares, de pronto varias personas se sentaron alrededor, los principales espectadores fueron Elsa (8) y su hermanito Owen (3) , muy curiosos los dos, Juanita decía que Elsa estaba loca, en realidad parecía una nena demasiado inquieta. Pasamos cerca de una hora con ellos mientras intentaban aprender a hacer malabares nos divertimos mucho. Mientras jugaban, Barbi prendió un cigarrillo y Elsa grito “no fumes, las mujeres no fumamos!!” jajajajajaja. Tremendo, ya nos habían hablado del machismo mexicano, y una nena de 8 años vino a confirmarlo!
El lunes nos despedimos de la ciudad de Oaxaca rumbo a Puerto Escondido. El viaje fue algo “enrulado” “doblado” , en una combi que tenia olor a caño de escape, y no es mentira, viajando por la montaña, plagado de curvas, subidas y bajas, como es de esperar, una verdadera INCORDIA!! Después de siete horas llegamos al “Escondido puerto”. Una ciudad pequeña en el estado de Oaxaca, al sur de México sobre el pacifico. Un pueblo que es principalmente visitado por aficionados del surf . Es un muy lindo lugar, la playa está llena de barcitos, arena blanca, palmeras, reggae. El cielo está minado de parapentes. Hay buenas amacas tipo paraguayas (mexicanas en verdad)por la playa y el Hostel.
Ni bien llegamos los chicos fueron a buscar Hostel o un lugar donde dormir, alquilaron una especie de cabaña (para nosotras no califica ni de rancho). En el lugar hay gente muy JIPY, tanto, que hay sabanas en el patio, una cocina o comedero al aire libre muy sucio, una heladera que al abrirla emana olor a brisa marina (por ser discretas). Dentro de la cabaña, el detalle para no pasar por alto es la puerta del baño: NO TIENE! Es una cortina de bañadera medio rota. La primera noche, había una fiesta al lado, era como si hubiéramos estado con la cama en medio de la “electro music”, para completar, un agujero enorme decoraba la puerta por el que podría pasar un oso polar.
Pero en este caso la primera impresión no es lo que cuenta. Nuestro paso por Puerto Escondido fue de maravillas. La primera mañana desayunamos temprano y cruzamos a la playa. El agua era de un verde azulado muy lindo y bastante cálida. Hacia tanto calor que el tiempo que pasábamos en la playa estábamos dentro del mar. Es importante recordar que esta era una playa visitada por surfers principalmente, por lo que las olas eran bastante poderosas, no hace falta aclarar que nos revolcaban todo el tiempo.
Nos ofrecieron ir a ver tortugas marinas en lancha y allá fuimos. Nos metimos algo así como 4 km mar adentro. Primero buscamos una tortuga y cuando la encontramos Pelu y Barbi se tiraron al mar, la valentía duro poco, porque inmediatamente se dieron cuenta que la corriente los alejaba de la lancha.
La segunda noche fue mucho mejor, el encargado del Hostel, Dani, armo una especie de reunión con varios de los que parábamos ahí, Juanito, un chilango muy macanudo que es fotógrafo, algunos mexicanos, australianos, franceses, holandeses. Estuvimos jugando a los “pollos listos”, “Vikingo”, entre otros acompañados de un cuba libre muy rico. Terminamos visitando una par de bares super chidos como para cerrar la noche.
Ahí fue el paso por Puerto Escondido, un lugar al que definitivamente volveríamos por sus súper olas, sus palmeras y su gente.
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